viernes, 22 de julio de 2011

martes, 19 de julio de 2011

Two And a Half Men and Kutcher (sin Sheen)



Tal como lo adelantó Emilia Ferreiros, el trágico final del misógino borracho está en cuenta regresiva y su relevo ya está hecho poster. La incógnita es cuánto va a durar.

martes, 5 de julio de 2011

Rodolfo Valss: El arte de contar cantando


Viviendo sus cuarenta y once inviernos, Valss se define a sí mismo como “terriblemente tímido”, pero eso no le impidió representar más de cuarenta papeles en las comedias musicales más importantes que desembarcaron en Argentina. En televisión fue la voz en off de Gran Hermano, y el coach querido de Operación Triunfo. Con sus más de treinta años de trayectoria alcanzó el máximo reconocimiento cuando se alzó con el premio ACE, por su interpretación de Mario, en Eva, hace dos años.


Se recuerda mucho tu escena en Chicago cuando personificando al abogado, tenías que sentar sobre tu falda a Alejandra Radano y jugar a que eras una especie de titiritero. Vos cantabas en vivo y ella movía la boca. ¿Practicaste mucho para lograr esa sincronización?

Si. Tuvimos mucho tiempo de ensayo. Fue ajustar casi al segundo toda mi voz con los movimientos de ella para que quedara perfecto. Era muy complicado hacer de Billy Flynn. Tenía unos pasos Tap arriesgados, mucha letra con textos legales, y aparte soy pésimo para estudiar libretos. Se presentaron los galanes más importantes de las telenovelas y los unitarios al casting, pero entré yo que mido un metro setenta y cinco. Además tenía compromisos asumidos para terminar una obra, y la producción me espero. No querían que otra persona lo hiciera y me siento honrado.

Tuviste la posibilidad de participar en Los Miserables, otro gran musical, pero a pesar de ser una producción extranjera el Thénardier que hiciste no fue igual que en otras versiones del mundo. ¿Te permitieron crear cuando lo compusiste?

Es el protagonista antagónico que hace descansar al público de tanta carga dramática que trae la obra. En las pruebas con Liliana Parafioritti, mi compañera en escena, nos divertíamos mucho. Entrábamos a destiempo, nos olvidábamos los parlamentos, éramos brutos y bestias y eso también formaba parte de los villanos. Básicamente eran tan mala gente que hacían reír. El director trabajó mucho conmigo, me decía que me tenía que permitir cantar grosero, ser obsceno y hasta sacarme un moco delante de todos los espectadores. En este caso me daban la posibilidad de actuar libremente mientras lo sintiera orgánico. Yo le encontré esa chispa, esa avivada porteña que colmaba de comicidad a la interpretación.


En una entrevista comentaste que habías modificado a Maurice en La Bella y la Bestia por indicaciones que imponía la nueva dirección del musical. Considerando que no es el primer personaje que reinterpretas ¿Tenes una necesidad de reinventarte para no aburrirte?

Disney es muy estricto con sus obras. Por eso cuando traen estos espectáculos viene un asesor de ellos y supervisa que todo este correcto, si no es así no se hace. Lo que cambia es el color de cada director. Para la mirada actual este papá era más estrafalario, un poco más apegado a sus inventos, pero siempre conservando esa cuestión amorosa con su hija. Estas producciones ya vienen enlatadas y no se puede modificar mucho. Tiene que ser igual que lo que se realizó en Broadway, Londres y Japón. Si bien yo volví a audicionar para realizarlo, no encarné al mismo viejo que la última vez, lo hice desde el inconsciente, pero gustó y quede otra vez.

Tu representación más aclamada en Eva, el musical, es aquel duelo de voces que realizabas con Nacha Guevara. Estabas completamente de espaldas al público, y discutías entonando uno de los temas más emotivos de la obra. ¿Cómo fue encarar ese acto?

Es una de las partes más complicadas de la obra, junto con la escena de la muerte. Trabajar la muerte y la pelea cantando es dificilísimo. Nacha es una mina muy fuerte arriba del escenario, su mirada es muy intensa. A veces me asustaba y me intimidaba. Me lo bancaba desde Mario, no desde Rodolfo. Yo creo que aunque estés encapuchado, a oscuras, atado de pies y manos, si tenés la posibilidad de hacer que ese don Dios te dio le llegue a los espectadores la tarea está cumplida. Escuchar ese sonido del aplauso final es conmovedor. Me emociono cuando recuerdo, y reafirmo mi teoría que más allá de las dificultades todo lo que está destinado va a ser para uno.


Cuando te reconocieron con el premio ACE, como Mejor Actor de Comedia Musical por Eva, después de agradecer confesaste que habías apostado más de 10 kilos de helados entre familiares y amigos que no lo ganabas. ¿Te tenias poca fe?

Las malas lenguas dicen que hay que hacer mucho lobby para llevarse estos galardones, y la verdad es que yo soy un despistado. No sabía ni quiénes eran los cronistas que oficiaban como jurado. Siempre estaba en las ternas y pero nunca era mío, entonces no me quería ilusionar mucho. También sé que a la hora de recompensar se mueven otras cosas. Esta fue una piza teatral que estaba muy ligada a la política, y eso costó que no estuviera nominada para otros premios. Pero finalmente se me dio. Juro que todavía debo los helados, pero cuando llegue el verano los voy a pagar, y con intereses...

El balón es mi amigo

Para muchos de los que nacimos a fines de los ochenta, Capitán Tsubasa (más conocido por estas tierras como Los Supercampeones) fue una de las series de cabecera. Luego del éxito del cómic, Captain Tsubasa llegó a la pantalla chica en 1983 y permaneció al aire hasta 1986. Fueron 128 capítulos de 21 minutos, que comenzaron narrando la historia tal cual estaba en el cómic, pero que con el paso del tiempo fue añadiendo elementos extra.

Años más tarde, en 1989 y 1994, se estrenaron secuelas, que ya mostraban la preparación de Oliver Atom y sus amigos para el mundial juvenil. Una tercera serie se estrenó en 2001 y se llamó “Road to 2002”. Allí, se contaba la historia de Oliver en tres partes. La primera muestra su infancia en Brasil, su paso por el Niupi japonés y luego, ya de grande, jugando para el Barcelona español mientras esperaba la Copa mundial, donde se reencontraría con Steve Hyuga y Wakabayashi, entre otros.

Hasta acá, una breve introducción a la serie. Quizás como parte de la lisergia misma de Captain Tsubasa (corridas interminables, cabezazos que incluyen saltos eternos, tiros de águila y demás, ¿sushi veloz de por medio?), en algún momento se instaló una versión sobre el supuesto final de la serie. No era el más feliz, claro.



Ese mito urbano remitía al primer capítulo de la serie, donde Oliver se salva de ser pisado por un camión gracias a la pelota (de ahí la frase "el balón es nuestro amigo"), y consistía en afirmar que el final de todo Atom despertaba en un hospital... sin piernas. Todo era un sueño (de hecho, así se llama el primer capítulo), un invento de su propia imaginación.

El video original que aparentemente probaba este final jamás apareció. En internet solo se encuentran algunos montajes hechos en Photoshop y mucho morbo. Pero ese final, como diría Maradona, es puro tocuen. Y tocuen es cuento.

lunes, 4 de julio de 2011

Two and a half men: el final está muy cerca







El escenario es sencillo: un mar celeste de fondo, el balcón de madera sobre la playa en el que chocan las olas y un piano negro al costado del living. Todo, o casi todo ocurre dentro de esta mansión en Malibú, una ciudad costera de California, en la que habita la gran mayoría de las figuras del espectáculo estadounidense. La historia central gira alrededor de Charlie, un cuarentón inmaduro que vive del alcohol, las mujeres y los jingles para televisión. La complicación: Alan, su hermano menor, que aparece un día tras terminar con su matrimonio frustrado. El regalo de bienvenida: Jake (Angus T. Jones), el único hijo de la alguna vez feliz pareja, un gordito rubio de cachetes grandes y ojos achinados que cobra protagonismo desde el primer momento por terminar con el paraíso terrenal de su tío.

Presentación de la serie, tema "Manly men"




El teléfono suena una y otra vez en la habitación hasta que, desde el contestador, una chica se queja de que Charlie Harper (Charlie Sheen) no había vuelto a llamarla desde aquella noche en que surgió el apodo "monkey man" (hombre mono). Desde el baño se asoma otra, una rubia, que le exige un poco de atención, sin importarle la situación incómoda. Una vez más, la desesperación despierta en Charlie cuando el teléfono interrumpe, esta vez, con la voz de su hermano Alan (Jon Cryer), pidiéndole asilo -supuestamente momentáneo- ante la -esperada- separación con Judith (Marin Hinkle). Buscando zafar del momento, acepta su estadía. La puerta del cuarto se abre y Alan, con el celular en la mano, le agradece la hospitalidad. Las idas y vueltas de dos hermanos con personalidades completamente diferentes comienza en ese instante, y en cada capítulo se habla de la mudanza de Alan que, habiendo transcurrido ocho temporadas, todavía no se concreta.


Primera parte del Episodio Uno, Temporada Uno



Más allá de que la trama ocurre en torno a los dos hombres inmaduros y el adolescente desobediente y acostumbrado a una vida cómoda, la historia no sería lo que es sin los personajes secundarios.






La ama de llaves

Berta (Concheta Ferrel) es la única mujer que tolera con el pasar de los años a Charlie, la que más tiempo pasa junto a él. De pelo corto, gran contextura y voz gruesa, le limpia la casa y le lava la ropa con olor a puros y alcohol. Tiene mal carácter, no soporta a Alan pero siente algo de cariño por Jake. Vive en los suburbios de una ciudad alejada de California, pero jamás se queja. En una oportunidad, su hija embarazada cayó en las garras del desesperado soltero Alan.

Su vecina, la psicótica

Rose (Melanie Lynskey) es hija de un matrimonio millonario y está enamorada del protagonista. La primera impresión es de una chica dulce, simpática y alegre. Al pasar los episodios, comienza a cometer actos de locura, como trepar el balcón para meterse en la casa de Charlie y como viajar a Inglaterra para perseguirlo y buscar que no se case con su novia de ese entonces. En su mundo paralelo, cree que es siempre bienvenida.

La madre desalmada

Ella es la famosa Holland Taylor, pero en la serie es la mamá de Charlie y Alan. No sabe ser madre, no le gusta ser abuela. Trabaja como corredora de bienes raíces y nada le importa más que el sexo y el dinero. Sus hijos buscan algo de cariño de su parte pero la comicidad de su personaje se basa en la falta de afecto que le a su familia.

A pesar de que la historia de la serie es la antes descripta, todo va a cambiar a partir de este año. A la Argentina todavía no llegaron novedades, pero ya comenzaron los capítulos en los que Charlie Sheen no va a ser parte. Por un conflicto confuso con Warner Bros, la productora del programa, se desvinculó por completo y los rumores dicen que buscarán la manera de matar al personaje del soltero codiciado. En su reemplazo aparecerá el joven actor Ashton Kutcher, quien será el nuevo inquilino de la mansión Harper, donde se supone que cobrará protagonismo.

Se sabe que nada volverá a ser lo mismo. El nombre "dos hombres y medio" no tendrá sentido alguno, y la huida de Charlie hará que la trama de los hermanos en constante conflicto de convivencia deberá cambiar por completo. Habrá que esperar y ver de qué manera se las arreglarán los guionistas y creadores para continuar con esta serie que comenzó sencilla, que más tarde alcanzó el máximo éxito y que finalmente tiene un destino poco cierto.

domingo, 3 de julio de 2011

Mad Men

“Mad Men es un término acuñado a finales de los cincuenta para describir a los ejecutivos publicitarios de la Avenida Madison” (Leyenda con la que comienza el primer capítulo)

Don Draper a través de su trabajo



Todo pasa en la agencia de publicidad Sterling Cooper. Don Draper (Jon Hamm) es el director creativo y ejecutivo estrella de la firma. Su empleo consiste en idear campañas publicitarias para grandes clientes, desde Lucky Strike al Hotel Hilton. Draper siempre tiene una solución para cada uno de ellos y logra convencer al consumidor que hay una demanda que sólo su cliente puede satisfacer.

El escenario de la empresa es un salón gigante en el que corren las administrativas multi-función. Pero los Mad Men tienen oficinas privadas y secretaria propia. Según la jefa de secretarias Joan Holloway (Christina Hendricks) son una mezcla de madre y moza.


El lugar de trabajo también es - por momentos - un espacio en el que los adultos se convierten en adolescentes presos de sus hormonas. Éste es el sitio donde Don Draper establece sus vínculos más trascendentales. Por un lado está su amigo cuarentón y mujeriego Roger Sterling (John Slattery), uno de los miembros fundadores de la firma. Entre ambos hay una conexión atípica: se critican, ríen y trabajan juntos pero sólo en contadas ocasiones la relación traspasa la oficina.


Un personaje muy ambiguo es Peter (Vicent Kartheiser), un joven y ambicioso ejecutivo de cuenta que trata de caerle simpático a Don. Draper suele destestar su compañía pero cuando al final de la tercera temporada la agencia se disuelve, no duda: Peter debe estar entre sus hombres.


El eslabón más importante para intentar desenmarañar la personalidad del brillante ejecutivo es Peggy Olson (Elisabeth Moss). Ella comienza como una tímida secretaria pero con el correr de los capítulos se gana a pulso convertirse en una publicista más. Peggy encarna el brutal cambio que tuvo que atravesar la mujer en esa época. Y Don, un representante del machismo, es el que más la ayuda.

Es la única persona de su círculo cotidiano con la que puede ser más honesto. No por esto deja de exigirle perfección y si quiere mortificarla, lo hace. Lo increíble es que teniendo actitudes tan machistas, la trata de igual a igual y son muy pocos (mujeres y hombres)los que obtienen esto de Don. Con Peggy, como con Peter y con Sterling, Draper prioriza el respeto ante todo.

Margaret Peggy Olson



Peggy es la figura emblemática de la lucha de la mujer en los ´60s. Ella no compra el modelo de familia perfecta ni las costumbres religiosas que su madre pretende imponerle. Sus metas son la libertad de decidir y el profesionalismo. En su rol se encarna el de cualquier mujer que se encuentra con el techo de cristal, esa barrera invisible que obstaculiza el acceso a puestos importantes de trabajo. No entra en los cánones clásicos que la sociedad le exige. En esto es muy parecida a Kima en The Wire.

Peggy va al ginecólogo para hacerse un chequeo.
Dr. Emerson: “Por tus datos y tu dedo veo que sos soltera, aún así querés tomar anticonceptivos…Te advierto que te retiraré la medicina si abusas e ella. La verdad es que aún en esta época moderna las mujeres fáciles no encuentran marido. No te conviertas en la prostituta del pueblo para justificar los 11 dólares que sale el medicamento”.

Aquí, Peggy se asombra de la reacción de los hombres. Ella, a fuerza de tenacidad y voluntad pasa por distintas etapas. Y sí, tropieza. Y no, la vida en Nueva York dista de ser perfecta.

Si quieren leer más:

Don a través de su familia
Don en la nueva década

El vestuario
Para saber un poco más de la serie
¿Qué Mad Men sos?
¡Madmenizate!

Don a través de su familia


Estados Unidos, marzo de 1960. La televisión, la familia atómica y el consumo extra-large sumergen a la sociedad estadounidense en un estilo de vida basado en las apariencias, en tratar de demostrar ser más a través de lujosas casas, autos carísimos y empleadas domésticas. Es la época de los melodramas de Douglas Sirk, la guerra fría pero sobre todo, de la silenciosa ruptura del modelo americano. Desde adentro, se sentía el olor a podrido pero todo estaba bien porque lo tapaban con whisky y cigarrillos.

Era un momento de glamour para los ejecutivos, de emborracharse de éxito y lujos. Este es el contexto de Don Draper, un Mad Men de la agencia Sterling Cooper. Desde su óptica, el espectador se sumerge en esa época, y conoce su lado menos amable. El protagonista está casado con una modelo devenida a ama de casa. Es padre de una nena y un nene. La casa, ubicada en las afueras de Nueva York, está provista de tele, heladera, lavarropas y un living bellísimo con tocadiscos.

Don tiene con Beths (January Jones), un matrimonio difícil. Si fueran contemporáneas, Grace Kelly sentiría envidia. Elizabeth es fina, elegante y preciosa pero muy fría. Aquí, una de las cenas de la familia.

El Sr. Draper le regala a su esposa un reloj bañado en oro para que sepa que no le falta nada en la vida y que ir al psicólogo (porque a Betty se le acalambran las manos de los nervios) es una pérdida de tiempo. Cuando se da cuenta que es una bomba a punto de estallar, accede, pero oh, se cree con el derecho de hablar con el terapeuta para ver qué le cuenta en las sesiones. Por supuesto el secreto profesional en esa época distaba del actual, más con la billetera del publicista de por medio.

Don quiere que su mujer esté en su casa, cuide a sus hijos y se vista muy recatada. Una imagen que enardece: Betty le muestra a Don cómo le queda un bikini amarillo, él se enoja y le ordena que no se lo vuelva a poner.

Elizabeth Draper



Betty es tan difícil de descifrar como su marido. Es el ama de casa típica de las publicidades de esos tiempos, con sus vestidos campana y sus peinados platinados. Tiene el suficiente confort para no ensuciarse las manos pero está agobiada y es infeliz porque más allá de todo su sueño es ser modelo y más allá de la familia, ella anhela una relación con Don que no puede concretar. Porque él la tiene de figurita y no quiere más que eso. Elizabeth Draper es el símbolo de la mujer perfecta para el hombre de esa época, ideal para adornar el living, el comedor y para estar mirando la tele.

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